Año nuevo, entrada nueva, o eso pretendo hacer a lo largo de 2021. He tenido el blog abandonado durante demasiado tiempo y esto no puede continuar así. No es él, soy yo. Este año intentaré que haya por lo menos una nueva entrada cada mes, así me animaré a cambiar de aires cuando escriba. ¡Menudo año! Hemos hecho Historia, con la mayúscula bien merecida, y como muchas otras personas, debido a la crisis, he tenido más tiempo. No, no lo he gastado escribiendo en el blog como algún lector suspicaz habrá notado. Entre otras cosas, he pasado una buena parte de mi tiempo corrigiendo los errores la novela que estoy escribiendo.
Llegar a tener un primer borrador es un momento mágico. En su esencia más básica, has escrito una novela. Si pegas la nariz en las páginas (o la pantalla, probablemente la pantalla) podrás oler el emocionante aroma de un trabajo bien hecho. ¡Que no te digan lo contrario! Obtener un borrador es logro enorme. Muchísimas personas nunca llegan a este momento. Si tienes uno entre tus manos eso ya es un gran paso. El contenido puede ser mejor o peor, pero al menos ya tienes algo donde agarrarte. En otro momento, con suerte, hablaré un poco de la importancia de ser constante, pero hoy el tema que te ha traído aquí es otro. Hablemos de la corrección de textos.
No quiero menospreciar la habilidad de ningún escritor que esté dispuesto a mejorar, pero es probable que, como quien dice, no seas Cervantes. ¡Yo tampoco lo soy! Cuando pones punto y final a tu novela obtienes automáticamente un borrador. En otras palabras, no es la novela que vas a presentar al mundo. El borrador es un diamante en bruto y tu trabajo es convertirlo en una joya reluciente. Para ello solo has de pulir el texto. Cuando lo corrijas encontrarás distintos tipos de errores. Los más simples son…
Errores ortográficos y gramaticales
Nadie está a salvo de cometer una falta, pero siempre estamos a tiempo de corregirla. Muchas te las solucionará el propio corrector del programa que uses, pero no está de más tener en cuenta algunas de las más comunes:
- Hecho/echo: “Nunca he hecho la receta así, yo solo le echo cebolla y pimiento” El primero se trata del ver hacer, mientras que el segundo es el verbo echar, tirar.
- Sobretodo/sobre todo: Sobretodo no existe. Solo has de recordar eso.
- Aún/aun: Aún significa todavía, mientras que aun significa incluso, ni siquiera.
- Porque, por qué, porqué: Este tiene miga. Porque se usa para explicar algo “no llegamos a tiempo porque perdimos el tren” Por qué se usa para preguntar. Porqué equivale a la razón, el porqué de algo.
- Sino/si no: Sino significa destino, aunque puede ser usado como conjunción. Si no, por su parte, se usa en frases condicionales “si no hacemos lo que nos dice, no habrá postre para cenar. Esto nos lleva a…
- Sí/si: Siendo el primero el contrario de no y el segundo usado para el condicional.
Esta clase de errores (¡y muchos más que no he escrito!) son faltas que, con el tiempo, aprenderás a no cometer. En el siguiente grupo, sin embargo, hay que darle un poco más al coco. Se trata de la clase de “errores” que conciernen al estilo de escritura. Cada escritor tiene los suyos, pero es probable que también sufras alguno de ellos.
Adverbios acabados en mente
Usar repetidamente adverbios de esta clase demuestra que, aunque no deliberadamente, a nuestro estilo de escritura aún le falta claramente un poco de trabajo.
Hace un tiempo pude leer el texto de una persona que, sin haber leído casi nada, decidió ponerse a escribir. Le eché un vistazo. El texto era todo lo que esperaba que fuese. Entre otros errores, en 8.843 palabras había 136 adverbios acabados en mente. Puede que no parezcan muchos, pero mi novela consta de 54.344 palabras y tiene 137 adverbios acabados en mente (a falta de una buena parte del texto que falta por corregir).
Creo que se puede apreciar la diferencia. Es una tontería, pero esta clase de errores matan a cualquier novela. Un editor se puede interesar por la historia, pero si tu estilo de escritura te delata como un autor muy novel, tus posibilidades de publicar se van al traste. ¿La parte buena de esto? Que corregirlo no es difícil. Todo el mundo los escribe, pero siempre puedes usar el buscador del documento para que te encuentre todas las palabras que contienen mente. Substitúyelas por otras expresiones y estarás más cerca de tu objetivo.
PALABRAS REPETIDAS Y REDUNDANCIAS
Este está relacionado con el anterior, porqué muchas veces los adverbios se usan para remarcar algo que ya se explica por sí solo. Puede haber excepciones, pero suele ser común entre autores noveles. Por desgracia se trata de un problema de escritura, así que cada autor ha de descubrirlos por su parte. Pedir la opinión a otras personas es una muy buena opción. Vamos a analizar un ejemplo:
“Empecé a deambular vagamente por la orilla” Tenemos los dos problemas. Para empezar, deambular significa andar, caminar sin dirección determinada. Es poco probable que se deambule corriendo, por lo que vagamente se hace redundante. A demás, sería preferible no usar un adverbio. De forma vaga lo arreglaría, pero al ser innecesario, lo mejor sería cortar la palabra de raíz.
MAYÚSCULAS POR TODOS LADOS
Esto es algo que he notado que me pasa al escribir. Ni siquiera es algo grave, pero mientras corregía, me di cuenta que hacía un uso excesivo de las mayúsculas. Voy a dejar una lista:
- Lord y Lady
- Gran Salón
- Ministerio
- Palabras inventadas: y casi siempre que son conceptos inventados, solía ponerlos en mayúscula. Por ejemplo, creé dos venenos, uno se llamaba Agarragargantas y el otro Dulcestruenos.
Usar muchas mayúsculas estorba. Tengo la sensación que entorpecen la lectura, y que muchas veces, no deberían usarse. Los dos venenos son un ejemplo de ello. No escribimos Cianuro para referirnos al veneno. Lo mismo debería ocurrir con tus palabras a no ser que haya una buena razón para tener una letra capital.
—dijo y vocablos exóticos para asemejar un estilo
más sugestivo
Aquí tengo sentimientos encontrados. Si bien es cierto que acabar todos los diálogos con un –dijo revelan tu texto como una obra poco trabajada, usar verbos extraños para no repetirse también deja un sabor agrio a la hora de leer.
Uno de mis principios favoritos cuando escribo es usar solo palabras que conozco. Sí, por supuesto, hay excepciones, pero me refiero al cómputo general de la obra. Está muy bien abrir un diccionario de sinónimos, pero usar palabras que nadie conoce para hacerse el interesante es una mala idea. Es algo que se nota y suena artificial. Si tu estilo de escritura ya contiene palabras poco comunes y te gusta, enhorabuena. Hay gente que escribe así de forma natural. De forma natural, he aquí lo importante. Es preferible tener un lenguaje más coloquial que creerse un licenciado.
Iré actualizando la entrada a medida que encuentre nuevos errores, que lo habrá, de eso no tengo ninguna duda. Siempre va bien tener una lista de ellos a mano para recordarlos.
¡Nos vemos!