Me gusta defender que al leer aprendemos a escribir mejores diálogos. Creo que es un hecho fácil de corroborar. Al leer el diálogo escrito por otros novelistas absorbemos su contenido. Si luego aplicamos estos conocimientos a nuestras historias, con el tiempo veremos como nuestro estilo enriquece y se vuelve más propio.
Todo esto está muy bien. Dudo que algún autor te recomiende no leer. ¿Cuántas veces hemos visto la frasecita manida de “lee todo lo que caiga en tus manos sin importar el género”? Yo mismo la he usado, sin ir más lejos. Sin embargo, quizás leer no sea del todo suficiente. De la misma manera que existen libros que te enseñan a dibujar la anatomía de la figura humana o a cocinar, existen muchos otros que te muestran los secretos de la escritura. No es la primera vez que hablo de un libro que abarca estos temas, pero sí la primera cuyo contenido es algo más… “práctico”. Estoy hablando de “El diálogo: El arte de hablar en la página, la escena y la pantalla” escrito por Robert Mckee.
Tenía ganas de dedicar, por lo menos, un par de entradas a este libro. No creo que su lectura te provoque un antes y un después a la hora de escribir, pero es increíble la sencilla forma que tiene Mckee de explicar algunos conceptos. Muchos de ellos son básicos y los escribimos sin demasiados problemas, pero otros son refrescantes de ver. Tómate esta entrada como un pequeño ensayo/resumen de aquellas cosas que más me han llamado la atención. Así pues, empecemos con la pregunta más básica.
¿QUÉ ES EL DIÁLOGO?
Tradicionalmente, el diálogo se trata de la conversación entre personajes. McKee considera, sin embargo, que las conversaciones de los personajes discurren por tres caminos: lo que se dice a los demás, lo que se dice a uno mismo y lo que se dice al lector o espectador (el libro está enfocado también en el diálogo en la escena y la pantalla, parte que no voy a abarcar aquí). Se nos explica que, bajo cada una de las frases que pronuncia un personaje, el escritor tiene que crear un deseo, una intención y una acción. Aquella acción que se convierte en táctica verbal es lo que llamamos diálogo. ¿Y cómo puede ser el diálogo?
- DRAMATIZADO: Un diálogo interpretado en la escena, un intercambio bidireccional de frases entre los personajes en conflicto.
- NARRADO: Un diálogo fuera de la escena, en muchos casos la cuarta pared desaparece y el personaje se sitúa fuera de la dramatización de la historia.
El diálogo en la literatura, pero, es distinto al que podemos encontrar en otros medios como el cinema o el teatro. En palabras de Robert Mckee, las historias que se cuentan en la prosa se desplazan por el medio intelectual del lenguaje para cobrar vida en la imaginación del lector. Esto no es más que una forma refinada de decir que no hay ningún medio visual extra más allá del texto que leemos. Cuando escuchamos los diálogos de una película no solo estamos usando las orejas, también usamos nuestros ojos para captar información. Esto ayuda (o empeora si la actuación o el diálogo no está al nivel) las escenas, algo que en el medio escrito es imposible de que ocurra.
Para que los personajes y sus diálogos sean efectivos y superar estos “baches” que encontramos en la literatura, McKee nos señala las tres funciones que debe cumplir el diálogo; informar, caracterizar y provocar acción.
la INFORMACIÓN
O lo que es lo mismo, todos aquellos datos que el lector necesita asimilar para seguir la historia. En la literatura solo podemos conseguirlo mediante la descripción o el diálogo. El ritmo y el tiempo en el que se dosifica la información es clave. Tal y como indica McKee, si damos poca información para revelarlo todo en un giro final el lector se sentirá desconcertado. Al contrario, lo asfixiamos de datos. McKee nos cuenta 2 técnicas para mantener al lector enganchado a nuestra historia:
IMPULSO NARRATIVO: Aquí queremos generar las siguientes preguntas al lector: ¿Qué pasará ahora? ¿Y después de eso? ¿Cómo acabarán las cosas? El objetivo es estimular la curiosidad, crear situaciones cuya resolución no sea evidente a simple vista.
INFORMACIÓN COMO MUNICIÓN: Aquí queremos crear un vínculo emocional entre el lector y el personaje. De esta forma, cuando ambos tienen la misma información (esto es importantísimo) si el personaje en cuestión utiliza esa misma información como munición en su batalla, el lector encontrará sorprendente la manera en la que resuelve sus problemas, sobre todo si la resolución no es la evidente. Esto funciona muy bien con los sistemas de magia dura. Si el lector conoce las mismas normas que los personajes, cuando utilice esas mismas leyes sin romperlas de forma creativa produciremos sorpresa.
Por otro lado, la información forzada no es algo que el lector perdone así como así. En otros medios dar información de poco sutil se perdona con más facilidad. El texto inicial de Star Wars es grandilocuente, clásico y todos lo recordamos, pero desde un punto de vista narrativo, semejante despliegue es un desastre. De manera ideal, esa información debería explicarse en la propia historia, no en un clarísimo formato de infodumping bastante chapucero. Lo mismo se aplica a los diálogos. Es muy fácil detectar cuando una escritura incorrecta obliga a los personajes a decir cosa que ya saben. No hay ninguna necesidad de hacer dialogar a dos personajes que ya saben de antemano una información si podemos hacer uso del narrador, por ejemplo.
CARACTERIZACIÓN
La segunda función del diálogo es la creación de una identidad particular para cada personaje. Cada persona es un mundo pero en los personajes de ficción podemos dividir la naturaleza humana en dos grandes puntos, la apariencia frente a la realidad.
- Realidad: La naturaleza psicológica y moral más profunda del personaje. Una personalidad que solo será revelada cuando se encuentre en una situación límite.
- Apariencia: Los rasgos del personaje. Por ejemplo, su forma de vestir nos proporciona muchos datos. Su apariencia nos ha de intrigar, individualizar y convencer. La apariencia ha de hacer que el lector se pregunte “bien, eso es lo que parece ser, ¿pero es realmente eso? ¿Es tan bueno como aparenta? ¿Ese cariño que muestra es una máscara? Por otra parte, si el lector en algún momento piensa “no me creo nada de lo que está diciendo” sin que estés pretendiendo ese efecto, entonces tenemos un problema.
Cada personaje debe diferenciarse no solo por su aspecto si no también por el lenguaje que usa. Una persona que ha nacido en un barrio pobre y se ha visto obligado a robar para malvivir no usará nunca un lenguaje culto. Si lo hiciera sonaría extraño. Todo el mundo puede soltar una palabrota si la situación lo requiere, pero no es lo mismo decir “maldito hijo de perra” que maldito bastardo hijo de un chacal”. El segundo ejemplo nos da bastante más información acerca de la persona que ha soltado el improperio. Las palabas escogidas están ligeramente más trabajadas. ¿Está la persona resentido con el padre y por eso lo llama hijo de un chacal? ¿Es el hijo una buena pieza igual que su padre? El primer insulto, en cambio, es mucho más general.
ACCIÓN
La tercera función del diálogo es proporcionar a los personajes motivos o medios para desarrollar sus acciones. En otras palabras, hacer avanzar la trama. Estas acciones pueden ser mentales (un cambio de opinión, creencias, expectativas…) o físicas (en forma de gesto, lenguaje corporal, expresiones faciales, posturas, movimiento de las manos… algo que es fácil de ver en un medio visual y un poco más difícil de reproducir en el escrito). Mientras que las actividades físicas son todas aquellas que no requieren hablar como por ejemplo trabajar, jugar, viajar, dormir, pelear, soñar despierto… la acción verbal es, literalmente, aquellas acciones que se realizan a través del diálogo.
Esta es algo más difícil en varios aspectos, porque en general, el diálogo se mezcla con movimientos para enfatizarse. En rarísimas ocasiones veremos a dos personajes quietos como estatuas hablando entre ellos. Hay miradas, movimientos corporales que revelan parte de la naturaleza del mensaje. Lo que sí es claro es que la acción verbal ha de hacer avanzar la trama, no hacerla aparentar que avanza.
Toda esta información puede parecer obvia, pero como ya he dicho, este libro no pretende descubrir nada nuevo, tan solo recordar las bases. De hecho, gran parte de las ideas que McKee discute no son nuevas. Algunas de ellas llevan existiendo desde la época de Aristóles, y por contradictorio que parezca, Mckee no tiene ningún guion escrito por él convertido en película. Este contratiempo no le impedido escribir una obra sobre como escribir diálogos, claro. Digamos que su libro es un antología de conocimiento sobre el diálogo.
En alguna de las próximas entradas hablaré de las 3 esferas del diálogo y comentaré unas cuantas técnicas que Mckee señala para evitar fallos de credibilidad.
¡Nos vemos!